No cabe duda que uno, por no decir el más, importante de los motivos de consulta que frecuentemente atienden los asesores clínicos está relacionado con las discordias y conflictos en las relaciones de pareja. Este tipo de alteración a su vez está asociada a una gran cantidad de trastornos tanto físicos como psicológicos que a fin de cuenta atenta contra la salud y la calidad de vida del individuo.
Es un hecho demostrado como la separación y el divorcio generan una carga de stress altísima, de igual manera la depresión y la ansiedad son muy frecuentes en parejas que están atravesando este tipo de situación. Pudiésemos entonces plantearnos la hipótesis de que si efectivamente las repercusiones psicofisiológicas de una separación o de un divorcio son tan altas, la tasa de los mismos debiese ser baja como una conducta de evitación a esas consecuencias. Paradójicamente no es así, por el contrario en estos últimos cien años se ha incrementado el divorcio en más de un 300%. Es así que de un 10% de parejas que se divorciaba a finales del siglo XIX, en la actualidad esta cifra sobrepasa el 50%. Pareciese que la conducta de escape a determinada situación aversiva es lo suficientemente fuerte como para no desarrollar las conductas de evitación a las consecuencias que el propio escape va a originar. ¿Es entonces la convivencia de pareja tan increíblemente estresora que la persona más allá del propio deterioro a su salud originada por la situación de separación y divorcio está dispuesta a enfrentarlo con tal de salir de esa relación que por otro lado en algún momento de su vida fue una fuente altísima de gratificación emocional y sentimental?. Sin duda es motivo de reflexión y análisis y es por ello que el asesoramiento clínico a los conflictos de pareja ha sido uno de los tópicos que los profesionales de la salud más se han abocado siendo diversas las estrategias y modelos de tratamiento implementados. Lamentablemente en la práctica clínica los reportes de éxito no han sido todo lo optimista que se quisiera, sin embargo se sigue adelante y es así que en la actualidad la integración del modelo cognitivo- conductual permite abrir nuevos horizontes en donde con anterioridad se había fracasado.
En 1990, Aaron Beck, destacado psiquiatra, escribía acerca de una falacia muy extendida socialmente, esta era la relacionada con que “el amor lo puede todo”, por el contrario este autor expresaba “con el amor no basta”. Quizás este dilema puede ser un buen punto de partida ya que los propios terapeutas de pareja no están muy claros si el éxito del tratamiento estriba en la continuación de la relación, considerando un fracaso terapéutico si esta no logró su permanencia, pues ello confirmaría que las personas no hubiesen superado sus propias neurosis o, de acuerdo a la opinión de otros, la terapia de pareja busca en última instancia la clarificación de la conveniencia para cada uno de los integrantes acerca de si se va a continuar juntos, en cuyo caso el fin es establecer los mecanismos preventivos y reforzadores para el buen éxito de la relación o, por el contrario, contemplar si la separación es lo más sano para ambos. Si ese es el caso la terapéutica persigue la negociación de disolución del vínculo de la manera más funcional y menos destructiva posible. Son posturas profesionales diferentes e igualmente importantes, lo que sí es cierto es que ningún asesor clínico debe inculcar al asesorado (s) sus propios valores y esquemas morales de vida, que nada tiene que ver con el fin último de la asesoría orientado hacia la búsqueda de una filosofía de vida realmente operativa en cuanto al propio manejo de la libertad, la responsabilidad por las acciones escogidas y la capacidad de tolerar frustraciones.
Los modelos cognitivos- conductuales del funcionamiento marital y de la terapia de pareja se basan en la teoría del intercambio social. Dentro de esta teoría, las relaciones interpersonales, incluyendo las de pareja, se consideran como conjunto de procesos de negociación en los que se intercambian elementos materiales y no materiales. La satisfacción con la relación está determinada por la equidad, es decir, por la relación equilibrada entre la inversión y la gratificación compartida. La terapia marital conductual se desarrolló para enseñar directamente a ambos miembros de la pareja habilidades para el cambio de comportamiento que puedan aplicarse en un intento de restaurar la equidad, y así aumentar la satisfacción marital. Por supuesto, la puesta en práctica de este aprendizaje sugerido en tratamiento dependería en gran medida de la propia idiosincrasia sociocultural que el sujeto (s) a su vez poseyese, vale decir, los factores relacionados con sus creencias, valores y actitudes ante la vida y más específicamente ante la convivencia en pareja y familia se refiere. Los asesores clínicos de pareja cognitivo- conductuales enseñan habilidades para la modificación del comportamiento pero también precisan y confrontan aquellas cogniciones y procesos cognitivos que obstaculizan o influyen en la puesta en práctica y en el impacto de esos cambios comportamentales.
En un sentido formal al hablar de relación de pareja nos referimos a aquella relación de convivencia entre dos personas unidas por un vínculo erótico- afectivo y con el objetivo de desarrollar y mantener un proyecto de vida en conjunto. Queda claro en este concepto que es irrelevante al mismo la institucionalización social por medio del matrimonio o la ausencia de este. Consideramos que es el sentido de pertenencia a la relación dado por la identificación de cada una de las partes a los objetivos y metas propuestos lo que da el carácter de estabilidad en el tiempo más allá de los recaudos sociales y legales que en un momento se presenten como parte de la institucionalización de una acción matrimonial.
En el proceso de las relaciones de pareja debemos de separar dos grandes fases y períodos, estos son los denominados conformación y mantenimiento, el primero de ellos, y como su nombre indica, tiene que ver con el tiempo previo a la convivencia permanente, es por ende un período de preparación a la misma, su duración es variable pero se ha ido acortando a lo largo de estas últimas décadas. Variables emocionales y racionales debiesen estar equilibradas durante la fase de conformación de pareja sin embargo en la práctica no siempre ocurre así sino que la atracción inicial y toda la limeranza desarrollada mutuamente deja atrás el análisis de la compatibilidad en cuanto a las características psicosocioculturales que sería muy conveniente establecer y confrontar cuando fuese necesario.
La adecuada conformación de pareja no garantiza totalmente la permanencia de ella. El ser humano es muy complejo y vive permanentemente en la recepción de múltiples estímulos sociales que a veces lo llevan a modificar parte de su proyecto inicial de vida generándole nuevas necesidades que de no satisfacerse pudiesen ser fuente de conflicto para sí mismo y en sus relaciones con otros, particularmente en el caso que nos ocupa, su pareja. Se hace por tanto necesario la implementación de otros elementos que permitan más allá de la conformación inicial garantizar la permanencia en el tiempo, este proceso lo hemos denominado de “mantenimiento”. Por supuesto si se entra en crisis en cuanto al programa de gratificación cognitiva, afectiva y conductual que debe sostener a la pareja entramos en una posible tercera fase que llamaremos de “disolución” y que es precisamente la que facilita a la mayoría de las parejas a consultar a un asesor profesional ante la incertidumbre y la ansiedad que este posible paso origina.
En la práctica clínica encontramos en líneas generales tres grandes causales de desorden de pareja, estos son:
- Desórdenes a consecuencia de inadecuada conformación
- Desórdenes producto de discrepancias profundas de personalidad
- Desórdenes debido a contingencias de mantenimiento.
Dentro del proceso de asesoramiento de pareja es necesario y prioritario lograr un adecuado diagnóstico funcional a fin de precisar en cual de las tres posibilidades anteriormente mencionadas se inclina el conflicto consultado. Sugerimos se tomen en cuenta los siguientes pasos a seguir:
- Operacionalice el motivo de consulta.
- Explore las expectativas a lograr en el proceso de asesoramiento.
- Puntualice el grado de compromiso en mantener de la relación.
- Desarrolle la historia biográfica de cada una de las partes.
- Establezca los modelos de interacción de la pareja.
El proceso diagnóstico debe ser un punto de partida en cuanto al plan de asesoramiento para lo cual se debe establecer:
- Si el proceso de conformación de pareja fue el adecuado, y de no serlo, la conveniencia o no de la continuidad de la relación de acuerdo a si en la actualidad el proyecto individual tiene raíces comunes que puedan permitir una nueva redimensión o, por el contrario, si se ha desarrollado antagónicamente al posible establecimiento de un proyecto de pareja.
- La existencia de patologías en cualquiera de las partes que pudiesen ser un factor prioritario de desarrollo y mantenimiento de la discordia marital.
- Las variables relacionadas con los comportamientos de mantenimiento, sus posibles alteraciones y las causas que están conduciendo al aprendizaje de conductas de desadaptación entre ambos.
PROCEDIMIENTO DE INTERVENCIÓN TERAPEUTICA.
A continuación presentamos una línea a seguir cuando el proceso diagnóstico nos lleva a concluir que estamos ante un conflicto de parejas en donde más allá de su adecuada o inadecuada conformación, el problema principal se centra en variables propias del mantenimiento y en consecuencia la posibilidad de redimensionar el proyecto que como pareja se han marcado tiene posibilidades de retomarse si, y esto es prioritario, de acuerdo al principio de la reciprocidad se logran vencer los inconvenientes cognitivos y conductuales que han dificultado una comunicación funcional.
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Enseñar a escuchar
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Identificación de pensamientos automáticos
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Reorganización Cognitiva
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Entrenamiento en conductas asertivas
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Restablecimiento de reforzadores
Elaboración de un contrato conductual
Hemos comentado en este apartado como más allá de las fantasías románticas muy reforzadas socialmente, el amor no basta para que una relación funcione y se mantenga adecuadamente en el tiempo; la compatibilidad en variables tanto las relacionadas con los rasgos individuales de personalidad, metas a futuro y expectativas de lo que se busca en una relación de pareja son necesarias para la operatividad de la misma. En oportunidades el motivo que lleva a la pareja a consulta es el resultado de una serie de inconvenientes consecuenciales a una mala conformación, en otros casos la discordia es producto de situaciones reactivas que han alterado el proceso de mantenimiento. En cualquiera de los casos, la pareja, o alguna de las partes, percibe la disolución de la relación como lo mejor para ambos.
La posibilidad de disolución si bien no puede descartarse terapéuticamente, tampoco debe aceptarse como un hecho sin ser sometida a una confontación imparcial y objetiva. A lo largo de nuestra vida las personas estamos en una permanente toma de decisiones, muchas de ellas, la mayoría, son intrascendentales a nuestra vida, son decisiones propias de la cotidianidad; por otro lado hay momentos en donde debemos asumir una determinada postura cuya acción probablemente alterará de una forma u otra nuestros planes de vida inmediatos o a futuro. Es importante que este tipo de decisión no tenga motivaciones exclusivamente emocionales pues de ser así estamos corriendo riesgos innecesarios. Muy diferente a lo anterior es cuando la decisión está sostenida por una racionalidad que ha sido reflexionada más allá de la carga emotiva presente, en tal caso y siguiendo el dicho popular, “la peor decisión es la que no se toma”.
Lo cierto, y es la conclusión, es que el proceso de asesoramiento clínico de pareja supone un profesionalismo técnico unido este a una profunda capacidad empática hacia los planteamientos individuales que cada una de las partes de la pareja expresan a fin de poder ayudar a tomar la mejor decisión en pro del afecto que alguna vez se tuvieron, aunque la misma obligase al distanciamiento. Si bien el amor no basta para la permanencia de una convivencia, sí debe bastar el afecto para el respeto mutuo más allá de lo dolorosa que para alguna de las partes pudiese suponer superar lo ocurrido para seguir juntos, o por el contraio, superarlo para poder separarse en armonía.
BIBLIOGRAFIA
Asesoramiento Clínico. Juan José Moles A. Editorial Greco, 200
Desde la Psicología Clínica. Juan José Moles A. Edición Independiente, 2010
Con el amor no basta. Aaron T. Beck. Editorial Paidós, 1994
Manual para el tratamiento cognitivo- conductual de los trastornos psicológicos. Vicente Caballo (dir.) Editorial Siglo Veintiuno de España, 1998
Manual de Terapia de Parejas. Robert Liberman. Editorial Desclée De Brouwer, 1987.
Problemas de pareja. José Cáceres. Editorial Eudema, 1993